Si preguntamos a un empresario o un hombre de negocios, qué es lo que pone más obstáculos a su felicidad, contestará: “la lucha por la vida”, lo dirá con toda la sinceridad, porque así lo cree. En algunas ocasiones es cierto, en la gran mayoría es profundamente falso. Realmente no es por sobrevivir por lo que estamos preocupados, basta con preguntarle cuantos hombres de su clase han muerto de hambre. Todo el mundo sabe que un hombre de negocios arruinado tiene muchas más comodidades materiales que quien nunca ha sido lo suficientemente rico como para exponerse a la ruina. Lo que se entiende por lucha por la vida realmente es la lucha por tener éxito, no es el miedo a no tener nada que comer al día siguiente es miedo a no poder deslumbrar a sus vecinos o conocidos.
Ninguno de estos hombres parece darse cuenta del engranaje en el que están metidos, seguramente muchos podrían vivir de lo que ya tienen, pero eso les parecería como desertar de un ejército frente al enemigo, aunque si se les pregunta que utilidad tiene su trabajo, se verán en el apuro de contestar con vulgaridades acerca de la vida activa.
Veamos, estos hombres tienen mujer, niños y como mínimo una casa, se levantan por la mañana temprano, y se van deprisa a la oficina. Allí hay que exhibir las cualidades de un gran hombre de negocios o un trabajador muy responsable y competitivo, una expresión enérgica, un hablar decidido, un aire de sagaz reserva, habla con diversas personas importantes por teléfono, estudia el mercado y almuerza con alguien con quien espera tener negocios, por la tarde tienen que pretender gozar de señoras que los esperan todo el día y por fin por la noche duermen y la tensión cede durante unas horas. Que saben de sus mujeres y de sus hijos, y de las estaciones del año, siempre tienen obligaciones sociales que impiden toda conversación intima, probablemente no tienen amigos que les interesen , aún cuando con algunos de ellos muestren una afabilidad que están lejos de sentir.
La gloria de este hombre consiste en hacer mucho dinero y no persigue el éxito, lo que persigue es estar en una carrera sin fin, persiguiendo el éxito. Yo no dudo que quién ha sufrido una pobreza en su niñez, no tenga un sentimiento de acumulación de riqueza desmesurado, quizá esto es inevitable.
Pero tengamos claro que el dinero y el éxito no son más que ingredientes de la felicidad, y que se compran demasiado caros, si todo lo demás se sacrifica por conseguirlos.
Es difícil pensarlo, pero para que quieres ganar más dinero en un minuto de lo que puedes gastar en las restantes veinticuatro horas del día.
Pero hablando de competencia, está, invade otros territorios como el de la afición a la lectura. Hay dos motivos para leer un libro, primero por el placer, y segundo para poder hacer ostentación de que se ha leído. Se puso de moda en los años sesenta el leer y parecer que se ha leído, uno o más libros al mes. Pero siempre se leen libros modernos de autores con peso social, es difícil que nadie lea a Dante, Virgilio, Pérez Galdós,
Solamente conocemos lo que nos pueda producir dinero, directa o indirectamente, estamos ante una filosofía de vida, según la cual la vida es lucha, competencia y solo se respeta al vencedor. Esta filosofía no solo envenena el trabajo sino también el descanso. El descanso que es apacible y restaurador de los nervios acaba siendo aburrido, es preciso seguir en continuo aceleramiento sin pensar en el colapso.
La cura de lo relatado se haya en admitir en nuestro ideal equilibrado de la vida una parte de goce tranquilo y apacible, y dejar en algún momento la competencia de lado.
Me encanta lo apacible que es la vida en China, donde la conversación es un placer.
lunes, 26 de julio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario